miércoles, 16 de noviembre de 2016

Correo


Con la excitación propia del comprador compulsivo, llegué hasta la oficia de Correos en busca de mi más reciente encargo. Una compra tardía que me ayudaría a ganar la admiración de mi hija. La caja más grande de Rasti’s jamás imaginada. La mayor colección de ladrillitos disponibles. El sueño que todos alguna vez tuvimos.
La fila era un poco más que interminable, ocupando la totalidad del local y mas de cincuenta metros del exterior sobre la vereda. No me preocuparon los más de treinta grados y la humedad agobiante estilo selva tropical. Mi mayor preocupación era el horario. Considerando la cantidad de gente y el tiempo restante para el cierre, las probabilidades no parecían estar a mi favor, sobre todo sabiendo que estaba obligado a llevar el regalo ese mismo día.
La cola avanzó a paso lento pero consistente, casi al mismo ritmo en que decaía la batería del celular. Transpirando más por nerviosismo que por la temperatura, me acerqué a la puerta. Casi milagrosamente y con un remanente de 30 segundos debajo del religioso horario de cierre, crucé las puertas de vidrio. Sin cargo de conciencia, el policía de turno le cerró la puerta en la cara a quien caminaba detrás mío y junto a él, los restante desdichados se dispersaron con gestos de derrota.
Algo más relajado me enfrenté a otro dilema, la batería. En el teléfono tenía la confirmación y número del envío. Por las dudas, anoté con cuidado el número que aparecía junto a la esperada frase “Su producto está disponible para ser retirado” y cerré el teléfono prometiéndome no volver a abrirlo hasta que me atendieran.
Mi turno llegó y con el último miliamperio alcancé a mostrarle el número. Casi un milagro, considerando que tecleaba a la asombrosa velocidad de 1 dígito cada cuarto de minuto. Miró fijo la pantalla y ejecutó algunas acciones con la seriedad de quien juega al solitario. A paso lento se alejó de la computadora y desapareció por unos interminables segundos antes de volver al mismo ritmo y teclear nuevamente. 

Dos clicks adicionales y finalmente levantó la vista. Entre dientes murmuró algo que no quise  entender. Cambié ligeramente el tono amistoso y le pregunté dónde estaba el paquete. Su respuesta fue simple y definitiva: “Como le expliqué… si el mail dice que su producto está disponible para ser retirado, eso significa que en siete a diez días podrá retirarlo”.

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