sábado, 23 de marzo de 2013

Llaves


La sonrisa ausente en su rostro de portada me advirtió a cerca del cataclismo que se avecinaba. No me sorprendió, debería reconocer; pero la situación profundizó mi sensación de tristeza; de vacío.
Para tan triste y anunciado final, no podría señalar más motivos que una encubierta y descarnada lucha de poder. El tradicional y enraizado comportamiento del macho de antaño que intenta dominar y someter; contra la irrefrenable energía del mundo del modelaje. Las fiestas interminables, los múltiples viajes y los cheques exorbitantes fueron abriendo una brecha entre enamorado perdido y el estúpido machista. Tal vez fue su belleza descomunal o el que me abriera las puertas de su hogar lo que acabó por desbarrancar los restos de nuestra relación. 
Las refriegas fueron creciendo y el tema no tratado del poder se convirtió en un tercero. Ella, como siempre, me miró sorprendida, Mis retorcidos razonamientos habían sido un misterio desde el comienzo para su inquebrantable personalidad, defensora de la libertad y de la vida sin preocupaciones. 
Fue en ese momento, en ese último instante donde el entendimiento absoluto me alcanzó. Lástima que la iluminación me llegó justo cuando mis más duras palabras afloraban y en el que su paciencia se agotaba. La sonrisa le volvió al rostro, pero ya sin la calidez habitual; devolviéndome una respuesta tajante a mi último y estúpido análisis filosófico. “¿Balance de poder? ¡Las llaves son poder!” Me dijo antes de quitármelas de la mano, acompañarme hasta la puerta y cerrármela en la cara.