miércoles, 12 de agosto de 2009

Luces

En medio de la niebla que opaca mis sentidos, veo las luces subir sin descanso. Una a una se alejan, como temerosas. Intento seguirlas con la mirada, pero agudos puntazos de dolor incendian mis ojos.

Siento la garganta seca, como si tuviera un bollo de papel. Las arcadas se suceden regularmente, pero logro mantener a raya el amargo líquido. Un persistente y penetrante chirrido parece perseguirme aunque por momentos se aleja. Me siento mareado. El frío me asalta a través de la columna. La helada transpiración se me escurre por los poros.

Percibo la respiración, acelerada. Por más que intento mantener la calma, mi cuerpo no cede. La mente lo intenta, pero el cuerpo es quien dispone. Las luces disminuyen la velocidad hasta casi detenerse. Lentamente modifican el ángulo de avance. Ya no suben, ahora se desplazan de costado. Los ojos me arden y dejan escapar algunas lágrimas.

Ahora una de ellas se ha detenido frente a mi, como observándome. La estudio con cuidado. Es casi tan larga como mi campo visual. Siento que se acerca.

Una sombra gira al alrededor. Un reflejo; un glaciar destello se apaga junto a la sombra. Alcanzo a ver una mascarilla azul abalanzarse.