domingo, 13 de febrero de 2011

Empresario

Cuando la rubia de curvas exageradas me preguntó a que me dedicaba, la respuesta fue instantánea: “Empresario” le dije con tono cortante y desinteresado. Le sonreí cortésmente y me alejé en busca de otro grupo. Desde el principio, la fiesta me pareció más aburrida de lo que había esperado. En un golpe de vista, pude localizar a varios grupos perfectamente diferenciados. En un extremos del salón, José del Chañar, amo y señor de la hotelería, rodeado por un enjambre de abejitas obsecuentes, sonriendo y festejando cada uno de sus comentarios. Observé si había manera de acercársele e intentar un par de minutos de contacto, pero aunque me comí como veinte de los bocaditos tratando ganar posiciones frente al resto, me fue imposible.

Me agencié otra copa de Champagne mientras buscaba otro pez gordo, pero no vi ninguno que me fuera útil. Seguí circulando y cuando alcancé a ver a uno que me interesaba, volví a toparme con la rubia. Me sonrió levemente y me dijo al pasar: “Empresario de que tipo?”. Mi respuesta, repitió el patrón anterior: “Alimenticio”, le dije sin detenerme mientras caminaba rumbo a Esteban Gaitán, dueño de la cadena de restaurantes más grande del país. Lo vi solo y me acerqué en forma directa, cortés. Me presenté y durante unos minutos conversamos trivialidades. Esperaba el momento para hacerle mi propuesta, pero noté que él evitaba entrar en el terreno de los negocios. Lo respeté, sabiendo que tendría otra oportunidad. Los eventos eran algo común en el ambiente.

Volví a ver a la rubia hablando con un tipo bastante entrado en años. Aún a más de cinco metros pude ver que ella estaba incómoda. El tipo la avanzaba. Ella lo rechazaba. Nuestras miradas se cruzaron un instante y me pareció ver un pedido de auxilio en los suyos. Caminé lentamente hacia ellos. Fue suficiente para darle el espacio que necesitaba. Se excusó con el otro tipo poniéndole una mano en el hombro y avanzó dos pasos rumbo a mi. “Gracias” me dijo con un susurro, manteniéndose muy cerca.

Soy de respetar las señales que me da la vida y que una rubia me busque tres veces seguidas, para mi es una clara señal. Decidí dejarme llevar y la invité a cambiar de lugar. Tal vez un bar, o lo que ella prefiera. No se negó. Subimos a mi deportivo sin rumbo fijo. No pude evitar sonreír, mientras pensaba en lo superficial de nuestras vidas. De mi vida sobre todo. Tengo tres verdulerías y me gasto todo lo que tengo en apariencias, me hago llamar empresario, voy a cientos de eventos y tengo un BMW de lujo. Voy a las fiestas a buscar clientes grandes. Las rubias son un consuelo.