sábado, 13 de enero de 2024

Delivery

Tercera noche consecutiva de trabajo. Al parecer las jornadas de diez horas quedaron en el pasado y la nueva crisis de la industria nos obliga a encontrar soluciones y opciones para sobrevivir, aumentando al menos tres o cuatro horas más cada jornada. Caminar la planta ya no ofrece una cacofonía alocada de chirridos metálicos, golpes y gritos sino una triste siseo de una lejana fuga de aire. 
La falta de trabajo ya nos forzó a reducir la plantilla hasta límites preocupantes. Mientras reviso la nómina por área una y otra vez, me pregunto cómo seguirá esta historia. “Si bajamos cuatro o cinco más, ya no tiene sentido que la planta esté abierta. Nos van a cerrar a la mierda”. Le digo al Director General con angustia. 
El corpulento hombre de camisa arremangada respira profundo y mantiene los los codos apoyados en el escritorio con los nudillos sosteniendo el mentón. Me da la razón con evidente frustración y conocimiento del futuro. Analiza maneras de aumentar la actividad, aún a costa de quitar trabajo a nuestros proveedores. Ahogar a otros para salvar a los nuestros. La tensión se marca en nuestros rostros y los segundos se acumulan con el peso de camiones sobre la espalda. Suena el teléfono de la oficina. Nos miramos y casi al mismo tiempo miramos el reloj. Imposible que alguien llame a esta hora. Atiende en tono seco. “Si… si… si… ¿La dirección? Ok, en 25 Minutos.” Lo miro con los ojos abiertos en una plegaria para saber qué es lo que pasa. “Un tipo llamó y me pidió una pizza” Me responde sonriendo con humor perverso.

domingo, 7 de enero de 2024

Solución



Crucé los límites del cubo de vidrio con la preocupación de quien tiene que darle una mala noticia a un monstruo intolerante. El monstruo hablaba por teléfono. Con un gesto seco me indicó que me siente y espere. Cortó la comunicación con palabras agrias y agregó algunos calificativos posteriores para quien había estado del otro lado de la línea. Me miró con impaciencia y me pidió agriamente que hable.

Tomando aire, le expliqué que uno de nuestros ingenieros más experimentados del área de Desarrollo había comunicado su renuncia. Que si bien era una persona difícil en el trato diario, sus largos años de trabajo en diseño lo hacían un integrante clave del equipo. 

Permaneció un minuto en silencio y me preguntó si se trataba del “petizo y peladito” que lo había interrumpido en la última reunión de actualización para reclamarle recursos adicionales dedicados al proyecto X99. 

Le confirmé que sí, que se trataba de la misma persona y tomó aire.

Juraría que un brillo particular se adueñó de sus ojos por un instante y me contestó: “No te preocupes, Flaco, que estamos ante el maravilloso caso de los problemas que se resuelven solos”.