domingo, 17 de febrero de 2008

Desesperación

Caminó nervioso alrededor de la mesa por cinco minutos. Miró el reloj y tomó asiento frente al televisor encendido. Sabía que llegaría tarde al trabajo, pero no le importó. Aún no se había vestido. No podía abandonar su casa sin la información. Las vacaciones se aproximaban. Un día más y se vería obligado a interrumpir su rutina. Pocas cosas lo ponían más nervioso que las alteraciones a la rutina. Si no lo obligaran, elegiría no tomar vacaciones. Ni enfermo faltaba a trabajar. En quince años sólo había faltado una vez, cuando lo internaron por apendicitis. Continuó paseando desnudo por la casa, perdido y alterado. La información no llegada. No podía salir de la casa sin ella. ¿Cómo iba a dejar así su hogar? Se preguntó. ¿Cómo encarar el inicio del día si nada sabía? ¿Cómo podría tomar las más mínimas decisiones si no contaba con datos? Quince minutos después comenzó a desesperarse. Nunca había ocurrido algo parecido. Sintió como regresaba el casi imperceptible espasmo en su ojo derecho. La crisis nerviosa se aproximaba. Las señales eran claras. Volvió a la computadora. Con las manos temblorosas, guió el mouse hasta el botón “Recargar esta página”. Google seguía fuera de línea.

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