domingo, 7 de enero de 2024

Solución



Crucé los límites del cubo de vidrio con la preocupación de quien tiene que darle una mala noticia a un monstruo intolerante. El monstruo hablaba por teléfono. Con un gesto seco me indicó que me siente y espere. Cortó la comunicación con palabras agrias y agregó algunos calificativos posteriores para quien había estado del otro lado de la línea. Me miró con impaciencia y me pidió agriamente que hable.

Tomando aire, le expliqué que uno de nuestros ingenieros más experimentados del área de Desarrollo había comunicado su renuncia. Que si bien era una persona difícil en el trato diario, sus largos años de trabajo en diseño lo hacían un integrante clave del equipo. 

Permaneció un minuto en silencio y me preguntó si se trataba del “petizo y peladito” que lo había interrumpido en la última reunión de actualización para reclamarle recursos adicionales dedicados al proyecto X99. 

Le confirmé que sí, que se trataba de la misma persona y tomó aire.

Juraría que un brillo particular se adueñó de sus ojos por un instante y me contestó: “No te preocupes, Flaco, que estamos ante el maravilloso caso de los problemas que se resuelven solos”.


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