sábado, 25 de septiembre de 2021

Juego



Apoyo las manos sudorosas sobre el paño verde. Siento la electricidad del ambiente a través de las fibras desgastadas. El humo de decenas de cigarrillos mezclados con desesperación me envuelven. Estiro la mano hasta el vaso de vodka en un movimiento reflejo.
Tres jugadores ya han sido desplumados y también sacudidos por los matones de nuestro anfitrión. Con seguridad será la última ronda. Mano a mano con quien oficia de banca. Un riesgo necesario si pretendo alzarme con las de fichas que se amontonan irregularmente sobre la mesa.
No me animo a mirar las cartas. Prefiero mirar a mi rival para detectar alguna señal. Nada. Vuelvo a mis dos cartas. Apenas las deslizo entre los dedos para elevar las puntas. Un par de dieces en mano. Es una partida que viene de pares miserables. El corazón patea como desbocado. Elevo los ojos a mi oponente. Juraría que una mínima sonrisa se asoma en su abundante rostro.
Voy por todo. Las fichas comienzan a acumularse. En pocos segundos, entre la adrenalina y el vodka me dejo empujar “All in”. Las fichas se acaban. Espero las ver el resto de las cartas. En lugar de eso, el dealer-anfitrión-contrincante, gira dos cartas. Un rey y un As. “BlackJack” me dice con una voz que retumba. En medio del vacío interminable que se forma en mi estómago, recuerdo lo difícil que se hace ganar cuando no sos el dueño de la baraja.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Búsqueda



El joven avanza a los empujones tropezando con los visitantes del mercado. La vista nublada por la furia y el incesante bombeo en las sienes lo torturan. Pestañea con fuerza tratando de enfocar la vista. El peso del Magnum en el cinto lo reconecta con la realidad. Ha llegado el momento. Cinco interminables semanas de búsqueda. A pocos metros ve a la chica. La cacería casi termina. La joven de cabellera dorada se detiene frente a un puesto de artesanos, ajena por completo al ciclón que se acercaba. Ella se inclina sobre la mesa girando el cuerpo ligeramente hacia él. Apenas visible contra su pecho se asoman los rasgos de un bebé. Su bebé. Su bebé está en los brazos de otra mujer. La respiración se interrumpe por largos segundos, el corazón se le acelera hasta el límite y los nudillos se le ponen blancos por presionar la empuñadura del revolver. Avanza hacia la mujer. Veinte metros. La bebé llora y la mujer centra toda su atención en su llanto. Diez Metros. Un hombre aparece en su línea de visión y también se ocupa de la bebé. 5 Metros. Con una mano acaricia el pelo de la niña al tiempo que besa la frente de la mujer. Un rayo de culpa atraviesa su mente. Duda. Su hija está en manos de extraños. Casi puede tocarlos. Sus rostros demuestran un amor incondicional y eterno. Intenta imaginar la vida que él mismo podría darle a la niña. Lo ve con claridad. Respira hondo y acelera el paso. Se desliza a centímetros de la pareja dándole una última mirada a la bebé con un nudo en la garganta y los ojos enrojecidos.



Inspirado por SAMCRO

domingo, 29 de agosto de 2021

La Mula

Aquel fue un final de semana inusual. En general, uno no espera que que le regalen una mula pero allí estaba. Una figura conocida e intimidante a la vez. Durante esos primeros días, se mostró bastante molesta y demandante, como si de alguna manera no se acostumbrara o no quisiera estar allí. 
Para el cuarto día, parecía haberse adaptado sin inconvenientes, dejándome avanzar con cierta normalidad en las actividades cotidianas. Todo parecía bajo control, aunque las ilusiones de calma y tranquilidad suelen esconder algunas tormentas bajo la superficie. La tormenta se gestaba. 
Para el séptimo día, la Mula se tornó de repente más agresiva y hostil, buscando una y otra vez la incómoda refriega. Comencé a probar diferentes acciones de contención. Debía calmarla. Lo intenté con amabilidad y buenas maneras. No funcionó. Luego pasé a los químicos como última opción y para cuando transitaba la mitad del noveno día el animal comenzó a dar señales de iniciar un proceso de calma. 
Mis preocupaciones comenzaron a ceder a medida que los bríos se iban aquietando. Me acerqué con cuidado, con la idea de corroborar la situación y cometí uno de esos errores que cambian el curso de los acontecimientos. Le di la espalda. Una patata doble en medio de los pulmones fue lo que obtuve. Todo se oscureció y el aire se endureció como si de arena se tratara. El resto de las escenas fueron extrañas e impersonales, distantes. Nueve días de hospital, una colección de medicamentos y extraño recuerdo que espero pronto dejar atrás.

viernes, 16 de abril de 2021

Borceguíes

Freno a tomar una bocanada de aire después de más de 10 minutos de correr como loco. Las palpitaciones en la cabeza superan a las del pecho. Me asomo con cuidado, como para no exponerme demasiado. La carrera alocada me alejó del grupo y las señales indican que la precaución es lo preciso. Respiro hondo buscando acallar las palpitaciones. El vaho de eternas humedades se refuerza. Vuelvo a asomarme por el filo de la puerta. A más de 4 pisos de altura, el gran ventanal deja entrar las luces amarillentas del centro de la ciudad. Me alejo de luz para evitar ser blanco un fácil. Intento adivinar las posibles rutas de escape. Entiendo que son pocas. Avanzo con tres lentos pasos hacia el corazón del edificio en penumbras. Escucho el característico sonido de las ropas que rozan y pies que se arrastran apenas. Por puro instinto, vocifero una fuerte amenaza para quienes intuyo se esconden tras recoveco en la pared. La respuesta no tarda en llegar. 
La voz calma desde la oscuridad me sorprende y me tensa los nervios. Temo se hayan dado cuenta que nadie me acompaña. Acaricio el metal de la pistola como para asegurarme pero esperando no tener que usarla. Vuelvo a gritar tratando de convencerlos, rogando no se note en mi voz el peso de la soledad. Sin respuesta alguna, cae algo amorfo a mis pies con un sonido sordo y apagado. Las piernas no me responden para alejarme y la vista entrenada alcanza a identificar el objeto. Una mochila, abierta parcialmente por la fuerza del impacto. Fajos de billetes asoman.
Tras la sorpresa llega la respuesta verbal. Me ofrecen que me quede con el botín a cambio de alejarme en silencio. De inmediato, ráfagas de imágenes se entrecruzan en mi mente. Las penurias de mis padres; las penurias de mis hijos. Mis propios deseos y frustraciones. La imagen de mi padre. La imagen de mis hijos. Con los ladrones boca abajo, capturados y esposados, no me separo un instante del dinero hasta entregar hasta el último billete al fiscal. Firmo el acta y me alejo a paso lento notando la despareja pisada de mis viejos borceguíes.





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Tributo al Oficial Principal Marcos Arce.
Historia inspirada por su historia contada por Miguel Clariá.



martes, 30 de marzo de 2021

Ciento Sesenta


Los ojos se me nublan. Por momentos por la emoción, por momentos por la espesura de los años. El tiempo se agota. El laboratorio es caos absoluto, carpetas y documentos se entremezclan con computadoras y dispositivos de alta tecnología. Maldigo la suerte dudosa del descubrimiento tardío. Agradezco en silencio a esta última chance. Nada hubiese sido posible sin el Doctor Kawashima san, quien conjeturó que en el minuto exacto en que el cuerpo físico alcanza los 80 años, el ADN se reconfigura abriendo una ventana hasta ahora inexplorada. 
Mis cálculos son claros e inequívocos. Suministrado la información exacta mediante el vector adecuado, puedo optimizar esa reconfiguración y extender, según mi tesis, al doble de años la capacidad teórica de la fisiología humana.
El temblor de las manos es cada vez mas pronunciado. Las viejas mariposas que alguna vez habitaron mi interior parecen haber despertado del letargo. Controlo el reloj. Controlo el temporizador en el Purificador de ARN al tiempo que preparo el resto del equipamiento.
La secuencia de pitidos me indica que el dispositivo ha concluido. Un minuto para el momento definitivo. Casi sin respirar, tomo la minúscula probeta e incorporo a una jeringa el viscoso elixir. Treinta segundos. Afirmo la jeringa entre los dedos que parecen de gelatina. Alcanzo la vena. Cinco segundos. Respiro profundamente mientras espero el momento exacto. En el instante mismo en que suena la alarma, un pequeño detalle me alcanza. 1942. La hora oficial fue cambiada de GMT-4 a GMT-3.