sábado, 16 de junio de 2012

Poderes

Tengo todo lo que quiero; y vivo sin las restricciones de esta vida desenfrenada gracias al éxito de mis últimos proyectos. Los vaivenes de la economía mundial son sólo palabras ininteligibles para mi, llenas de forzado negativismo, producto de comunicadores apocalípticos, sedientos de un miserable instante de atención.
El campo de golf aparenta ser infinito, aunque puede que yo lo crea infinito, tal vez por el confort de mi sillón italiano o tal vez sea por la brisa de verano que se cuela por estos inmensos ventanales. El aire tibio me acaricia el cuerpo desnudo, como realzando su belleza. No tengo vergüenza ni falsa modestia que me obligue a cuidar mis palabras. No lo necesito y no me interesa cambiar.
Mi flamante ultra-notebook de aluminio está cargada de conceptos al menos gloriosos, de los que se hablará por generaciones. Pero hoy prefiero pasar el día recorriendo los más de quinientos canales de satélite que me ofrece monstruosa pantalla LED. Me dejo llevar de a ratos por programas intrascendentes o sucumbiendo a los impulsos consumistas, acumulando.
Tengo una visión única y extraordinaria de la realidad que me permite adelantarme a los hechos, y he desarrollado maravillosos poderes de observación. Es por eso se que cuando intente llamarte, nadie contestará.


Este cuento es algo así como una reversión, o un plagio descarado tributo a Roger Waters y su pandilla: Pink Floyd. Digo descarado porque escuchando la letra tomé conciencia que ya era un microcuento en si misma, y que no había mucho por hacer, mucho menos intentar corregir al Gran Jefe ;) Aquí la letra original:


Nobody Home (Waters – The Wall)
I've got a little black book with my poems in.
 
Got a bag with a toothbrush and a comb in. 

When I'm a good dog, they sometimes throw me a bone in.
 
I got elastic bands keepin my shoes on.
 
Got those swollen hand blues.

Got thirteen channels of shit on the T.V. to choose from.

I've got electric light. 
And I've got second sight. 

And amazing powers of observation. 

And that is how I know 

When I try to get through 
On the telephone to you
 
There'll be nobody home. 




I've got the obligatory Hendrix perm. 
And the inevitable pinhole burns 

All down the front of my favorite satin shirt. 

I've got nicotine stains on my fingers. 

I've got a silver spoon on a chain. 

I've got a grand piano to prop up my mortal remains.

 
I've got wild staring eyes. 

And I've got a strong urge to fly. 

But I got nowhere to fly to. 
 
Ooooh, Babe when I pick up the phone 
There's still nobody home. 


I've got a pair of Gohills boots
and I got fading roots

jueves, 7 de junio de 2012

El Día Más Frío

La noche cayó sobre las sierras, como si no hubiera soportado el peso del invierno. Noté mi falta de planificación cuando puse un pie en la calle, vestido de camisa suelta cual zar de la droga caribeño. El grado y medio bajo cero me pateó en la espalda sin contemplaciones.

Aún recuerdo nuestros intentos desesperados por hacer funcionar aquella vieja camioneta, empujándola de esquina a esquina como desquiciados. Escuchamos el motor patear y toser, explotando de vez en cuando. Transpirados, conseguimos que el viejo diésel se encendiera en medio de una humareda agria. Fue música para nuestros oídos que indicaba el inicio de una noche llena de promesas.

El se asomó a la calle, para prevenirnos. Vivíamos el día mas frío del año y no había apuro por iniciar aquel raid nocturno. Nos invitó tomar algo caliente. Logró convencernos a medias, porque optamos por saborear su mejor whisky en lugar del café recién filtrado que nos ofrecía. Sentados alrededor de la mesa, lo escuchamos compartir una pequeña porción de su sabiduría; desde el valor del esfuerzo y el trabajo, hasta el aprovechar cada momento con la familia.

En aquel entonces no comprendimos la profundidad de su mensaje y tan solo nos dedicamos al apartado de disfrutar el momento. Hoy pudo haber sido el día mas frío de este año, y si bien él no estuvo para advertirnos, nosotros estamos mucho más cerca de comprender el mensaje.

domingo, 3 de junio de 2012

Equipaje

Mi naturaleza en extremo precavida me obligó a repasar la lista, aunque conociera cada ítem de memoria. Revisé por ultima vez la maleta recién comprada, solo para asegurarme que tuviera las dimensiones correctas. No había conseguido la misma marca, y no quería correr riesgos. Le quité las etiquetas y el plástico protector. Hora de empacar.

Siguiendo el orden de manera rigurosa, empaqué cada uno de los elementos del inventario. Un traje, cinco camisas, cinco calzoncillos, cinco pares de medias, un par de zapatos, un par de zapatillas, tres remeras, una campera y unos pantalones; además de unos cuantos accesorios. Todo nuevo, a estrenar. Después de tildar el ultimo punto, dejé el papel sobre la ropa antes de cerrar la maleta. La etiqueta de la valija ya tenia mi nombre y en la esquina superior derecha le agregué un diminuto "7". Di unas vueltas por la habitación para un último e innecesario control. Todo en su lugar. Revisé la billetera. Tenía algunos dólares, suficientes para moverme. Sólo restaba cargar el pasaporte con el Boarding Pass doblado en su interior.

El viaje al aeropuerto fue mas rápido de lo esperado, gracias al poco tráfico y a un taxista despierto. Llegué a la puerta de embarque con el tiempo justo. Una fila corta y poco problemática me dejó en el avión en pocos minutos. Un suave despegue, café con galletas y estaba a un paso de la conexión. Releí la tarjeta de embarque como para asegurarme de tener el correcto. "BKK", increíble. Finalmente, después de cientos de viajes me tocaba el turno de conocer Tailandia. Solo una semana y con la mayor parte del tiempo consumido por interminables reuniones, pero algo siempre es algo.

Salí del avión algo aturdido por el interminable viaje. Me alejé del área de equipaje sin molestarme en buscar la maleta. Aunque me quedara hasta marearme de tanto ver girar valijas, la mía jamás aparecería. Me acerqué al mostrador de la aerolínea con el pasaporte en mano y reclamé por mi equipaje perdido. Preparado, le dije a la amable agente que no tenía ticket, pero que con gusto esperaría a que revisara por el nombre. Volvió un par de minutos mas tarde cargando una maleta. Controló los datos con la identificación y acto seguido me la entregó. Pude sentir el cosquilleo de emoción en el estómago, mientras la giraba en busca de la etiqueta. Era la número "5".