jueves, 28 de diciembre de 2023

Aviso

La mañana comenzó con tensiones palpables. Los delegados del sindicato mantenían un plan de lucha de dudoso sentido y aún menos legalidad. 
Recorrían los pasillos de la planta buscando alguna mínima astilla fuera de lugar para quejarse o usar como excusa de una asamblea forzada. 
Poco antes del mediodía, el cuerpo de delegados en su totalidad irrumpió en mi oficina anticipándome lo inevitable. Harían una asamblea con todo el personal del turno mañana porque no le gustaba como les hablaba el supervisor. Respiré profundo, conteniendo mi furia con dificultad. Les indiqué que por ley debían anticipar la asamblea con veinticuatro horas y que me iba a encargar de comenzar a despedir a quienes participaran sin aviso previo. Me miraron como si les hablara en japonés. Se miraron entre ellos y salieron de la oficina en silencio. 
Un puñado de minutos más tarde, volvieron a aparecer. El líder y por lejos el más corpulento del grupo encabezaba la comitiva. Sostenía la nota en su mano derecha y la agitaba. “Querés la nota?” me gritó. “Querés la nota?” y la estrelló contra el vidrio del escritorio haciendo temblar el aire alrededor. “Acá tenés la nota”. En un rápido movimiento y lleno de optimismo creativo, tomé la nota con desdén y sin siquiera mirarla la metí en la trituradora de papel que de alguna manera milagrosa había alcanzado a ver con un golpe de vista periférica. “Ahí tenés mi respuesta”, les dije. Mi último recuerdo de ese evento fue el líder gremial inclinándose hacia mí sobre el escritorio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno...

Camilo dijo...

Gracias!!!