domingo, 3 de junio de 2012

Equipaje

Mi naturaleza en extremo precavida me obligó a repasar la lista, aunque conociera cada ítem de memoria. Revisé por ultima vez la maleta recién comprada, solo para asegurarme que tuviera las dimensiones correctas. No había conseguido la misma marca, y no quería correr riesgos. Le quité las etiquetas y el plástico protector. Hora de empacar.

Siguiendo el orden de manera rigurosa, empaqué cada uno de los elementos del inventario. Un traje, cinco camisas, cinco calzoncillos, cinco pares de medias, un par de zapatos, un par de zapatillas, tres remeras, una campera y unos pantalones; además de unos cuantos accesorios. Todo nuevo, a estrenar. Después de tildar el ultimo punto, dejé el papel sobre la ropa antes de cerrar la maleta. La etiqueta de la valija ya tenia mi nombre y en la esquina superior derecha le agregué un diminuto "7". Di unas vueltas por la habitación para un último e innecesario control. Todo en su lugar. Revisé la billetera. Tenía algunos dólares, suficientes para moverme. Sólo restaba cargar el pasaporte con el Boarding Pass doblado en su interior.

El viaje al aeropuerto fue mas rápido de lo esperado, gracias al poco tráfico y a un taxista despierto. Llegué a la puerta de embarque con el tiempo justo. Una fila corta y poco problemática me dejó en el avión en pocos minutos. Un suave despegue, café con galletas y estaba a un paso de la conexión. Releí la tarjeta de embarque como para asegurarme de tener el correcto. "BKK", increíble. Finalmente, después de cientos de viajes me tocaba el turno de conocer Tailandia. Solo una semana y con la mayor parte del tiempo consumido por interminables reuniones, pero algo siempre es algo.

Salí del avión algo aturdido por el interminable viaje. Me alejé del área de equipaje sin molestarme en buscar la maleta. Aunque me quedara hasta marearme de tanto ver girar valijas, la mía jamás aparecería. Me acerqué al mostrador de la aerolínea con el pasaporte en mano y reclamé por mi equipaje perdido. Preparado, le dije a la amable agente que no tenía ticket, pero que con gusto esperaría a que revisara por el nombre. Volvió un par de minutos mas tarde cargando una maleta. Controló los datos con la identificación y acto seguido me la entregó. Pude sentir el cosquilleo de emoción en el estómago, mientras la giraba en busca de la etiqueta. Era la número "5".

sábado, 28 de enero de 2012

El Mar

“Lo terrible del mar, es morir de sed”. Casi sonreí al recordar la lírica de Cerati pero lo ineludible de la situación me lo impidió. Miré a mi alrededor y solo alcancé a ver el interminable azul de diseño fantasmagórico, lleno de espejismos y desesperanza.

Lo etéreo de la felicidad que me embargaba horas atrás parecía haberse fugado por una ventana imaginaria. Traté de armar el rompecabezas mental, pero las piezas se habían mojado. La tarde tardó una década en convertirse en noche.

No pude comprender cómo la suerte me había abandonado, tomándome como una promesa en ascenso en las artes decorativas, disfrutando de un lujoso crucero repleto de otro tipo de promesas y abandonándome como a un triste náufrago abrazado a un improvisado salvavidas. Pensé en ponerme a patalear, pero no supe hacia dónde y opté por continuar inmóvil.

Aquella terrorífica tranquilidad de la noche sin luna fue aplastada por lo implacable del mediodía. Sed. La sed me desgarró la garganta como un guante de hierro incandescente. Rodeado de agua, y muerto de sed. Un titular amarillo como pocos.

Soy positivo. Supongo que alguien del barco notó mi ausencia. Me obligo a creerlo. La búsqueda debe estar en marcha. Es mejor estarse quieto y esperar.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Ascensor

Caminé a pasos largos por las calles de la ciudad enfurecida tratando de escapar de las garras del viento. No pude más que maldecir mi estúpido optimismo, esperaba se materialice el clima primaveral que había imaginado al vestirme; pero de alguna manera, me encontré caminando con mi nuevo traje veraniego en medio de una ventisca polar.

Llegué al juzgado casi media hora tarde, pero me sentí casi aliviado al recordar la tolerancia a los desmanes horarios de nuestro sistema judicial. Logré escabullirme entre la multitud del ingreso sólo para descubrir que debía formar una fila para montarme en el ascensor. Nueve pisos, pensé. Sumando mi estado físico deplorable a la cantidad de escalones, el único resultado probable era llegar jadeando y transpirando como cerdo. Imaginé a los funcionarios atravesándome con sus miradas acusadoras por culpa de la frente sudorosa. Opté por la fila y el ascensor.

Volví al frío del exterior y recorrí unos cincuenta metros de gente deseosa de huir despavorida. Esperé allí a la intemperie. Avancé unos pocos pasos y seguí esperando. En pocos minutos pude descifrar los tormentos reflejados en los rostros ausentes. Mejor imposible, pensé. Acá estoy y allá voy.

Solo cuando estuve a unos pocos pasos de treparme al ascensor, alcancé a ver una de las causas de tan poco dinamismo en el ingreso al edificio. Dentro del ascensor, un (llamémosle) ascensorista sentado en una silla improvisada y ocupando el espacio equivalente a por lo menos tres personas. Si a eso le sumamos la estudiada lentitud de sus movimientos, se convertía en un patético ejemplo del asqueroso derroche de tiempo y dinero, propio de las decisiones surgidas de las entrañas putrefactas de la burocracia. Un rostro de mirada ausente, haciendo equilibrio entre el vergonzoso aburrimiento y la depresión suicida. Apenas respondía a los saludos de sus pasajeros al montarse al aparato con un sonido nasal ininteligible.

Esperé unos pocos minutos más, verificando la hora a un promedio de dos veces por minuto. Final del tiempo de descuento. Las puertas se abrieron y las personas que tenía delante mío en la fila se abalanzaron dentro de la caja metálica. Los seguí de cerca pero me encontré con la señal menos esperada. Una palma extendida hacia mi rostro. Interpreté que la máxima cantidad de ocupantes había sido alcanzada, o al menos la que el procedimiento indicaba. Antes de ver la puerta cerrase ante mis ojos, pude comprobar que el ascensor no era otra cosa que un aparato automático, tan común como un día soleado y donde hasta el más estúpido podría presionar el botón correcto que lo lleve al piso deseado. Supuse que se les habían acabado los las computadoras, los sellos y las ventanillas y aun quedaba gente para ubicar.

Finalmente las puertas volvieron a abrirse. Esperé impaciente la salida de algunos trajeados. Aliviado por el final de la demora, di un paso largo, controlando el deseo de saltar adentro. La palma extendida volvió a impedirme al paso. Sorprendido, barrí el lugar con la mirada. Vacío. Volví los ojos hacia el funcionario en busca de respuestas. "Voy hasta el subsuelo" me dijo con un graznido. Le expliqué que no tenía problema, que bajaba con él y luego subiría; necesitaba abandonar la inmovilidad. "¡Voy hasta el subsuelo!" repitió cruzándome el brazo a la altura del pecho e impidiéndome el ingreso. Dando un paso atrás y con el rostro ardiendo de la bronca, volví a ver las hojas de la puerta cerrarse ante mi. No miré a nadie. Esperé. Segundos mas tarde las puertas se abrieron. Nadie, excepto el maquinista. Entré sin contratiempos y le proporcioné la compleja indicación de mi destino: "9". La ejecutó sin inconvenientes.

Con algunos minutos de retraso, alcancé las oficinas en la que varias personas me esperaban inquietas. El tiempo fluyó con suavidad. Terminada la audiencia me despedí de todos y me alejé rumbo a la salida. Me paré frente al ascensor y estuve a punto de quedarme a esperar. Me limité a sonreír y bajé trotando por las escaleras.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Definitivo

Caminó en silencio con los brazos junto al cuerpo, casi sin fuerzas, ajeno a la temperatura exterior o a los vaivenes del mercado. Los pasos cortos y desganados lo llevaron de un rincón a otro de la casa cual fantasma errante. Las pequeñas trivialidades de la vida continuaban como un eterno péndulo, pero la cena fue algo que no pudo honrar. No podía comer con el estómago comprimido. Solo se permitió mordisquear una manzana arenosa y con gusto a nada. Las tripas le gruñeron en respuesta, pero no supo interpretar su significado.

Se hizo muchas preguntas sobre el pasado y el extraño efecto causal en el presente; pero por sobre todo se hizo preguntas que no pudo contestar sobre el futuro. Levantando la vista al frente, todo se veía borroso y desencajado. Buscó una idea en la que enfocarse, algo que le permitiera apalancarse para salir del pantano en el que se encontraba. No lo consiguió. El pesimismo que durante años lo había caracterizado y hasta divertido, hoy se convertía en un enorme contrapeso que lo empujaba hacia el fondo del abismo.

Creyó haber superado lo peor, pero de alguna manera, el hecho de empacar su ropa por ultima vez le parecía más sombrío y definitivo que contemplar las llamas envolver el féretro de su compañera.

domingo, 31 de julio de 2011

Aurora

Desperté sobresaltado. Alguien se había colado en mi dormitorio y una penetrante mezcla de aromas atravesó las tinieblas del amanecer. Aun en medio de la somnolencia, fui capaz de deducir que si unos chorros quieren robarte y molerte a palos no entran con una bolsa de facturas y una taza de café humeante, por lo que de inmediato me tranquilicé.

Me pregunté cuanto tiempo llevaría ella teniendo las llaves de mi departamento, pero me pareció innecesario preguntarle. Si yo se las había dado, con seguridad tendría una buena razón; y si ella las había tomado, era de esperar que fuera por que sintió la necesidad de estrechar los lazos. O tal vez le di demasiadas vueltas al asunto y una vez más dejé que las llaves del departamento colgaran del lado de afuera de la puerta.

Con exceso de gentileza corrió las cortinas solo un poco, lo suficiente como para no andar a tientas y vernos las caras, pero no tanto como para molestarme. La invité a sentarse en la cama, tal vez más preocupado por hacerme de la taza que por verla parada.

Le di un sorbo largo y ruidoso, dejando entrar más aire que café para disfrutar del aroma. Exquisito. Tuve que reconocer que la inversión granos recién molidos fue un éxito. Ella me miró con una sonrisa triste, al tiempo que me alcanzaba la bolsa con medialunas. “Tenemos que hablar” me dijo, y de inmediato supe que no serían buenas noticias. La dejé desahogarse y la vi partir secándose las lágrimas. Sin dejar de contemplar la puerta, seguí sorbiendo el café y mordisqueando medialunas, para cuando vi el fondo de la taza, las tinieblas del amanecer se habían disipado.

domingo, 24 de julio de 2011

Crónicas de un Taxista - Contracara

Hoy perdoné a otro chorro. Calculo que es mi manera de no llamar la atención o algo así. Este tipo no dio muchas vueltas, ni se tomó mucho tiempo para hacerme creer que era un buen chico. Casi de inmediato, en plena avenida sacó una .22 oxidada, me la mostró como para asustarme y después me la apoyó en el omóplato. Tomé nota mental que era la segunda vez que me fallaba el detector de metales.

Le pedí que se calmara, pensando que no necesitaba un agujero en la espalda y ofrecí a llevarlo donde quisiera. Ni bien me dio las indicaciones, noté que se calmaba un poco. Manejé atento, esperando el momento preciso. Siguiendo sus instrucciones esquivé un control policial usando las calles alternativas. Al retornar a la avenida, tuve mi oportunidad. El muy imbécil señaló el camino con el revólver, alejándomelo del cuerpo.

Clavé los frenos y jugué con la inercia. Para cuando el tipo se acomodó, ya tenía el caño de mi .38 apuntándole al pecho. Le detalle ventaja estadística de una .38 contra una .22 en mal estado y de inmediato dejó caer el arma en el asiento del acompañante. Sin detener el auto, le di tres segundos para saltar. Lo hizo en dos. Golpeó el pavimento con un ruido sordo, ahogado por silbido del caucho. Cien metros después di la vuelta para ver si había sobrevivido el impacto pero ya no lo encontré.

sábado, 2 de julio de 2011

Smart

Me asomé por la ventana ni bien las primeras luces de la mañana se dejaron ver. El auto estaba otra vez estacionado en el mismo espacio. El lugar, prohibido por naturaleza y vulnerado por estupidez. El auto, un pequeño Smart que podría estacionar con comodidad en el baño de mi casa. Era la cuarta vez que encontraba el mismo auto en el mismo lugar y al parecer cuatro multas por estacionamiento en lugar prohibido no habían sido suficientes para que el “smartboy” comprendiera el mensaje.

El trabajo me impidió esperar por el conductor y resolver el misterio, por lo que esa misma tarde volví a casa dispuesto a ser paciente y averiguar quién de mis vecinos tenía por pasatiempo de coleccionar tickets de multas. No había mas que un puñado de opciones. Esperé sentado, literalmente. Después de las cuatro de la mañana me quedé dormido en el sillón del living con la cámara de video en la mano.

Desperté enfundado en mis pijamas; camine hasta el auto dispuesto a filmarlo, denunciarlo y tal vez hasta dejarle una nota. Me acerque por el frente, al menos diez multas se destacaban bajo el limpiaparabrisas. Le di la vuelta y en la luneta trasera una simple calco rezaba una simple frase:

"Lo único que nos salva de la burocracia es su ineficiencia." Eugene McCarthy

Solo atiné a sonreír y me alejé de inmediato.

domingo, 26 de junio de 2011

Microcentro

Caminando casi con desgano por las calles grises me dejo envolver por la atmósfera ajena y decadente del área más corrupta, comercial y bizarra de la ciudad. Extraños personajes doblegados por una realidad que los amontona en veredas repletas de dudosas mercancías se mueven como en cámara lenta.

En pocas cuadras esquivo algunos perros en busca de dueño, mientras recorren hasta el último rincón en busca de algo que se asemeje a la comida. Los animales me miran al pasar en un ruego silencioso. No puedo más que apiadarme de ellos. Uno de los más estropeados se lleva parte de mi simpatía y los últimos bocados del sandwich de salame.

Cruzo una oscura galería con la cabeza gacha, evitando a los vendedores que de solo mirarlos te obligan a mantener las manos cerca de la billetera. Vendedores de más bienes impagos que solo usados, que se mantienen tan atentos a la caza de clientes como a los sobrevuelos de la autoridad.

Me adentro en ese mundo casi con vergüenza, alejándome de los límites y de las reglas de aquella sociedad. Camino hasta una calle sin tráfico y en medio del gentío me detengo. Respiro hondo y luego extiendo una manta sobre el suelo. Mi primer día el negocio de los discos piratas ha comenzado.

sábado, 11 de junio de 2011

Crónicas de un Taxista - Dilema

Los últimos días me mantuve en el horario de la madrugada, no solo porque me gusta sino porque además necesitaba alejarme de los investigadores de la policía. Algo de perfil bajo. Pasé las noches atento, pero sin abandonar mi .38.

La sorpresa me alcanzó por la mañana. Después de dejar a una pareja de travestis en un barrio bastante fulero. Un tipo me hizo señas, iba con dos nenes vestidos para el colegio. Indicó el destino, alejándome aún más del centro rumbo a una nueva escuela periférica. Me dejé llevar, confiado en que se trataba del último viaje del día. Llegamos a la casi al final del barrio, a un descampado y el muy hijo de puta sacó un cuchillo del cinto con los dos pibes mirando y me lo apoyó en la nuca. No tuve miedo, sino una furia asesina que casi me hace estallar los dientes. Me hizo bajar del auto y meterme en el baúl.

Tomando aire para calmarme, seguí sus instrucciones sin decir palabra. Todo el tiempo tuve a la mano el fierro. Podría haberlo dado vuelta de un tiro, pero no iba a matarlo frente a sus hijos. Me tomó menos de cinco minutos liberarme y cinco horas para calmar la bronca.

lunes, 23 de mayo de 2011

Adiós Nonino

Inmóvil en el vano de la puerta maldije lo indigno de la vejez; tal vez por sentirla serpentear tan cerca esta vez o tal vez porque no pude evitar el impacto. Con los ojos empañados crucé la puerta, tratando de reconocer a ese hombre imponente que guardaba en mi memoria dentro de ese cuerpo marchito.

Sus ojos lechosos tardaron en enfocarme, en distinguirme tras los velos del pasado y por un instante pude verlo sonreír. La mente aguda le obligó de inmediato a plantear las preguntas de rigor. Salud, trabajo y familia. Ninguna enfermedad lo alejaría jamas de sus modales de la vieja escuela italiana.

Traté de ocultar mi propio dolor tras un muro de optimismo y planes que ambos sabíamos que jamas se cristalizarían. Hablamos sobre esto y aquello. Sobre lo que fue y lo que podría ser. Hablamos de sus bisnietos, de sus nietos y sus hijos. Hablamos. Bromeamos.

Traté de recordar si alguna vez le había agradecido, pero pronto me di cuenta que hay cosas que jamas podremos agradecer. Me costó tanto quedarme como decidirme a salir de allí. Tal vez por el dolor, o tal vez por saber que se trataba de la ultima vez que lo vería.

domingo, 8 de mayo de 2011

Crónicas de un Taxista - Anotación

Podría decir que esta mañana tuve un presentimiento al levantarme, pero mentiría. Salí a trabajar como casi todos los días. Tipo una de la mañana subí a un muchachón con cara de recién soltado.

Cumplió la rutina al pie de la letra y me pidió que lo lleve para el sur, más allá de la circunvalación. Le dije que iba a usar un atajo y ni pestañeó. Mi idea era evitar los controles policiales. Sabía que estaba armado, por lo que repasé cuidadosamente los detalles de mi plan. Cuando atravesamos la oscuridad y con un movimiento coordinado, apagué las luces del auto, clavé los frenos y le puse la .38 en la panza. Le aconsejé que no respirara.

Lo bajé del auto, saqué los dos ladrillos huecos y la pelota del baúl. Sin dejar de apuntarlo, acomodé los dos hormigones a buena distancia y le indiqué al maestro que se pusiera entre medio. Le expliqué que si me atajaba el penal, se salvaba y me miró como si yo estuviera loco.

Apunté sin tomar carrera. Un buen zapatazo y la pelota se coló por debajo de su brazo. Me acerqué mientras aún estaba en el piso y cumplí mi promesa.

domingo, 13 de febrero de 2011

Empresario

Cuando la rubia de curvas exageradas me preguntó a que me dedicaba, la respuesta fue instantánea: “Empresario” le dije con tono cortante y desinteresado. Le sonreí cortésmente y me alejé en busca de otro grupo. Desde el principio, la fiesta me pareció más aburrida de lo que había esperado. En un golpe de vista, pude localizar a varios grupos perfectamente diferenciados. En un extremos del salón, José del Chañar, amo y señor de la hotelería, rodeado por un enjambre de abejitas obsecuentes, sonriendo y festejando cada uno de sus comentarios. Observé si había manera de acercársele e intentar un par de minutos de contacto, pero aunque me comí como veinte de los bocaditos tratando ganar posiciones frente al resto, me fue imposible.

Me agencié otra copa de Champagne mientras buscaba otro pez gordo, pero no vi ninguno que me fuera útil. Seguí circulando y cuando alcancé a ver a uno que me interesaba, volví a toparme con la rubia. Me sonrió levemente y me dijo al pasar: “Empresario de que tipo?”. Mi respuesta, repitió el patrón anterior: “Alimenticio”, le dije sin detenerme mientras caminaba rumbo a Esteban Gaitán, dueño de la cadena de restaurantes más grande del país. Lo vi solo y me acerqué en forma directa, cortés. Me presenté y durante unos minutos conversamos trivialidades. Esperaba el momento para hacerle mi propuesta, pero noté que él evitaba entrar en el terreno de los negocios. Lo respeté, sabiendo que tendría otra oportunidad. Los eventos eran algo común en el ambiente.

Volví a ver a la rubia hablando con un tipo bastante entrado en años. Aún a más de cinco metros pude ver que ella estaba incómoda. El tipo la avanzaba. Ella lo rechazaba. Nuestras miradas se cruzaron un instante y me pareció ver un pedido de auxilio en los suyos. Caminé lentamente hacia ellos. Fue suficiente para darle el espacio que necesitaba. Se excusó con el otro tipo poniéndole una mano en el hombro y avanzó dos pasos rumbo a mi. “Gracias” me dijo con un susurro, manteniéndose muy cerca.

Soy de respetar las señales que me da la vida y que una rubia me busque tres veces seguidas, para mi es una clara señal. Decidí dejarme llevar y la invité a cambiar de lugar. Tal vez un bar, o lo que ella prefiera. No se negó. Subimos a mi deportivo sin rumbo fijo. No pude evitar sonreír, mientras pensaba en lo superficial de nuestras vidas. De mi vida sobre todo. Tengo tres verdulerías y me gasto todo lo que tengo en apariencias, me hago llamar empresario, voy a cientos de eventos y tengo un BMW de lujo. Voy a las fiestas a buscar clientes grandes. Las rubias son un consuelo.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Matador - Compañía

Otro trabajo cumplido. Otro cliente satisfecho y unos cuantos billetes más en el banco. El trabajo fue bastante fácil, como casi todos. Llegar, ejecutar y alejarse con tranquilidad; como mucho dejar alguna serie de pistas confusas. Es la única verdad del negocio. A la larga, los Policías se pierden en una inmensidad burocrática, persiguiendo a un grupo de asustados deudos o de algún chorito de cuarta en lugar de ir tras la verdad. Lo más gracioso, es dejar un rastro que huela a robo, se pasan años persiguiéndose la cola como cachorros nerviosos, y hasta acusándose entre ellos. Una vergüenza.

Hasta ahora, la jugada del taxi me ha salido bastante bien y nunca me tuve que cargar a un taxista, ni siquiera me dio la impresión de que alguno sospechara. Nunca voy directamente al lugar, siempre cerca y con una buena excusa. Por supuesto bien vestido; nadie sospecha de un tipo normal y con buena pilcha.

Pero hoy fue diferente. Algo salió mal. No se si fue la gorra que usaba el taxista o los anteojos oscuros, pero juraría que no me sacó los ojos de encima en todo el viaje. El tipo sabe algo. Tengo que salir a buscarlo.

domingo, 1 de agosto de 2010

Fuego

La euforia comenzaba a apagarse y aún en su delicado estado emocional supo que no le quedaba mucho tiempo. Con la paciencia del guardia inglés, fue alineando los elementos hasta sentirse satisfecho con el diseño, aislado de lo que ocurría a su alrededor. Las risas pronto cesarían. No quedaba mucho tiempo.

Buscó a tientas en sus bolsillos, maldiciendo al invierno y al exceso de ropa. Luego de varios intentos localizó el encendedor, un viejo Zippo que había visto tiempos mejores. Cerró los ojos e hizo girar la rueda esperando la tibia caricia de la llama cerca de su rostro. Nada. Abrió los ojos desilusionado. No quería fallar. Una gota de sudor recorrió su frente y le bajó por la mejilla. Volvió a intentarlo una y otra vez sin lograrlo. Pudo sentir la camisa pegada a la espalda mientras un calor gélido le recorría el cuerpo.

Tomó aire buscando concentración, cerró el encendedor y lo dejó caer un par de veces sobra la mesa antes de volver a intentarlo. Tuvo que contener la sonrisa cuando la llama finalmente se elevó. Era momento del acto final.

Se acachó junto a la mesa dejando la mirada al ras, midiendo el recorrido. Acercó el encendedor al borde y se dejó hipnotizar por la deflagración emprendiendo su camino. Le tomó sólo una fracción de segundo convertirse en una enorme llamarada. Le quedaba poco tiempo. Mantuvo la mano en señal de alto, dejando correr algunos segundos mientras los gritos de terror se sucedían.

Con un simple gesto, indicó a sus compañeros que era el momento y en un movimiento sincronizado cada uno de ellos tomó una copa de Whisky en llamas, la sopló y dejó resbalar el contenido hirviendo la garganta. Con los ojos lagrimeando de orgullo y quemazón alcanzó a ver a los guardias del lugar acercándose furiosos.

domingo, 20 de junio de 2010

Crónicas de un Taxista – Compañía

En esta profesión, tratamos con toda clase de personas, sobre todo, con gran cantidad de hijos de puta. Ayer, si no me equivoco, me crucé con uno bastante grande.

Lo levanté en pleno centro, cerca de Tribunales; al mediodía. Iba bien vestido. Pidió ir por Castro Barros, unos metros más allá de los Monoblocs. Durante el viaje lo vine midiendo por el espejo. Algo no me cerraba. Busqué algún indicio en la expresión. Lisa como un sábana de hospital. Los ojos abiertos pero sin mirar.

Cuando llegamos me dio cincuenta pesos y me pidió que lo esperara. Tenía que entregar unos papeles. Noté que llevaba un sobre. Volvió como quince minutos después. La misma expresión y ningún sobre. Me indicó que lo devolviera a tribunales. Contrario a la mayoría de los pasajeros, no habló ni una palabra. Durante el viaje, observé muchas veces el indicador del detector de metales en mi tablero. Nada. Frustrado, dejé al tipo frente a la plaza. Me pagó y se fue sin decir palabra.

Esta mañana leí en el diario que un hombre había sido asesinado a puñaladas en los Monoblocs en lo que parecía una riña pasional. Supe de inmediato quién lo había hecho.

sábado, 22 de mayo de 2010

Cazador de Noticias

Estimado Sr Director:

Durante los últimos veintiocho días me mantuve encubierto dentro de las instalaciones de la Empresa Gigantic World Electronics como parte de la investigación que accedí a preparar para su diario.

En principio, se suponía que debía investigar la escalada de suicidios ocurridos en los últimos cinco meses dentro de las instalaciones de le empresa. Lo hice. Por casi un mes me mezclé entre los trabajadores, soportando las interminables jornadas de penoso y ultra repetitivo trabajo.

Las conclusiones a las que he llegado son las siguientes:

1) No hay nada en el agua, ni en la comida que predisponga a los empleados al suicidio. Al menos esa es mi impresión. Eso y que los guardias y supervisores comen exactamente lo mismo. Ninguno de ellos lo ha intentado.

2) No encuentro ningún indicio en que el ambiente de trabajo sea el causante de tan extremos comportamientos. Conociendo otras empresas del rubro, puedo decir que las condiciones de trabajo son similares. Dormitorios impersonales y compartidos, magra comida, largas horas de trabajo y poca recreación.

En este período, otras treinta personas han intentado terminar con su vida. La mayoría de ellas, como sabrán, lo ha conseguido. En la última semana, supuse que yo mismo podría ser víctima de este extraño comportamiento, pero la realidad negó esta hipótesis.

Sólo resta expresarles mi preocupación respecto a un particular indicio. Ayer, cuando intenté retirarme de las instalaciones, el personal de seguridad me lo impidió. Más extraño aún, es que me lo impidieron tanto antes como luego de saber que no era un trabajador sino un miembro de la prensa.

Finalmente, espero que reciban mi nota y pronto tener noticias de su parte.

jueves, 15 de abril de 2010

La tarde que conocí a Waters

Hace una semana que llegué a París en busca ganar algo de tiempo. Tiempo sin tomar decisiones, para de seguir con mi vida errante. Me gustó ademas la idea de visitar a Santi después de tanto tiempo. Aprendí de niño que es de mala educación rechazar la invitación de tu mejor amigo, y claro, no tengo otra cosa que hacer.

Santi es uno de esos tipos genios que utilizan sus habilidades para crear obras memorables sin atarse a ninguna regla o formalismo. Un artista. Hace 5 años, cuando dejamos el secundario, comenzó a crear diseños artísticos y páginas web, hasta convertirse en un reconocido artista del ciberespacio. Al principio, lo hizo en forma de pasatiempo; hasta que luego se convirtió en (casi) una leyenda mundial. Nunca estudió formalmente. No fue a la facultad, ni algo parecido. Sólo lo hizo. Hace tres años, se mudó a Paris para trabajar a tiempo completo para algunas compañías de Alta Costura. La magia de internet, diría yo.

Esta mañana nos levantamos a eso de las diez. Sin sobresaltos. El trabaja con sus propios horarios y yo no tengo nada que hacer. La combinación perfecta. Mientras desayunábamos, Santi revisaba sus mails. Ni siquiera sentado a la mesa dejaba su Laptop. Cerré los ojos un instante y respiré hondo; el aroma del café, penetrante; las croisant tibias, gloriosas.

De pronto, él se inclinó sobre su notebook con los ojos muy abiertos y una inconfundible expresión de sorpresa.

- ¡¡¡Nooo!!! No te creo...

- ¿Qué pasó? – le pregunté sobresaltado.

- Pará un segundo. Dejame leer...

Sus ojos se movían de un lado al otro, recorriendo la pantalla sin pestañear. Cerró la computadora con estruendo y corrió hasta su dormitorio. Volvió unos segundos después con el celular en la mano. Marcó. Su excitación crecía. La barrera idiomática dificultó la tarea de comprender el motivo, el francés no es mi fuerte, pero alcancé a rescatar algunas ideas.

- Estás seguro?... ¿Hoy? ¿Y cuál es la idea?... ¿Oficial?... ¡Claro que me interesa! Ok. ¿A que hora? Listo

Se volvió para mirarme con una sonrisa exagerada. Sus ojos brillaban de felicidad. Me recordó el día en que vendió su primer trabajo. Algo grande ocurría y por alguna razón se propuso hacerme el día imposible.

- Me vas a contar ahora o no? - Le rogué.

- No lo vas a creer... no lo vas a creer....

- Dale, dejate de joder y contame lo que pasa.

- No. Hoy a las cuatro te voy a dar la sorpresa de tu vida.

Dicho esto. Se dedicó durante varias horas a preparar sus equipos. Dos pantallas enormes de LCD, dos computadoras, una notebook, equipos de audio y pilas de discos. Se movía frenéticamente, seguro de lo que hacía. No fue difícil adivinar: compilaba una presentación.

Desde un principio, le di una mano con los preparativos. Si mi amigo necesitaba ayuda, eso tendría. Me limité a seguir sus indicaciones y mover equipos de un lado a otro de su Living. Instalamos las pantallas frente a un enorme sillón de cuatro cuerpos y las computadoras al costado. Santi, al final se dedicó a revisar discos. Probó varias presentaciones, proyectó diseños extraños sobre las pantallas, a tal velocidad que se me hacía imposible seguir los dos monitores a la vez. Solo él comprendía. Hasta ese momento, no había logrado que me contara lo que ocurría. Cada vez que le preguntaba, se limitaba a mirarme y decir:

- Sopresaaa... no sería una sorpresa si te cuento. No?

- ¡Andá a cagar! - Le respondí cada una de las veces.

A eso de las tres de la tarde, controló algunos detalles en el equipo de sonido, puso un disco de Peter Gabriel y ajustó el volumen hasta un nivel apenas tolerable.

- Listo. - Me dijo sin mirarme - Me voy a pegar una ducha. Ya vuelvo.

- Viene alguien groso, no?

- Que perceptivo que estás hoy...

- ¡Boludo! Deja de joder y decime.

- No, ya vas a ver.

- ¡Andá a cagar!

De inmediato desapareció rumbo al baño. Al rato, volvió completamente renovado. Ropa medianamente limpia, algo peinado y hasta noté un dejo a perfume. La cosa venía en serio. No había dudas. Convencido, y antes que el me lo pidiera, corrí a hacer lo mismo. La visita debía valer la pena.

A las cuatro en punto, sonó el portero. Santi corrió como loco hasta el aparato y atendió. Colgó y me volvió a mirar como si estuviera preparando la mayor de las bromas del mundo. ¡Y que broma!

Unos pocos segundos después, tocaron a la puerta con tres firmes golpes. Mi amigo caminó hasta la puerta, respiró hondo y abrió. La figura atravesó el vano de la puerta, vestido de negro, de cara gentil y eternamente despeinado.

- Hello, Mr. Waters. Nice to meet you.

- Hello, hello. - Dijo el visitante mirándonos a ambos.

Por suerte ando bastante bien en ingles, por lo menos lo suficiente como para mantener una conversación decente.

- Por favor, tome asiento.

- Thank you.

- En verdad me sorprendió su contacto.- Arrancó Santi. - Nunca pensé que podría tenerme en cuenta para crear su nuevo Sitio Oficial. Ah, le presento a mi... socio, Esteban Romero. Esteban, te presento a Roger Waters.

- Ehhh... es un honor... conocer... conocerlo, señor. - He ahí mi entrada triunfal. Conocía al más grande compositor de nuestra era y tartamudeaba. Adiós a la primer buena impresión.

- Don't look so surprised. Now I'm only a man. - Con voz pausada y calma.

- Por aquí, tome asiento Sr. Waters.

- Don't... - Le contestó cortante Mr. Pink Floyd, levantando su mano en señal de protesta.

- Roger, si asi lo prefiere. Quiere algo para tomar? Café, Te o gaseosa?

- Ohh, No... No, Thank you. Don't think I need anything at all.

- Ok, entonces vamos a comenzar con el trabajo, supongo que prefiere ir directo al grano. Si quiere, podemos comenzar con una presentación de los trabajos más destacados del último año.

- It's a busy day... And if you don't mind... Go to the show. Speak to me please.

Durante unos minutos, ambos monitores dibujaron una serie de increíbles presentaciones. Algunas alocadas y casi sin sentido, otras minimalistas y sobrias. Sitios famosos, glamorosos, otros no tanto. La música acompañaba cada una de las imágenes en perfecta comunión. Genial.

Roger observaba en silencio y sin moverse. Atento al detalle. En ningún momento logré ver alguna expresión en su rostro que indicara su opinión hasta el momento.

De pronto, tomé conciencia que frente a mi se encontraba uno de los mejores músicos de la historia. Olvidé al instante lo que veía en las pantallas.

Desde que tengo memoria, mis diferentes “maestros musicales”, me acercaron a los extraños, complejos y fantásticos sonidos de Pink Floyd. Durante mi adolescencia, esas enseñanzas tomaron forma en una especie de idolatría enfermiza. Casi no escuchaba otra cosa que Pink Floyd o temas de Roger Waters.

El “Gran Creador”, aquella figura inalcanzable, estaba frente mi. Tenía la oportunidad de hacerle todas las preguntas que quisiera, o al menos las que él me permitiera. En cambio, estaba mudo. Aterrorizado. El pibe de pueblo se hacía presente en mi para hacer peligrar esa única oportunidad. No podía arriesgarme a decir alguna estupidez y así arruinar la segunda impresión, por lo que me limité a escuchar.

- Bueno, hasta aquí llega la primer parte de la presentación. Una pequeña selección de algunos de mis trabajos para la industria de la moda. Desgraciadamente, no tengo nada relativo a su... industria. Que le pareció?

- What a surprise! It looked quite good, But, The music was too loud. - Sentenció Waters.

Ouch!!!, pensé en silencio, mientras miraba a mi amigo transpirar. Me imaginé un boxeador asustado recibiendo un cross de derecha en la mandíbula.

- Si? Disculpe, pensé que probablemente podría preferir una buena ambientación musical. Sólo le quiero aclarar, que no utilicé ninguna de sus obras porque...

- And I didn't care. This Spanish music?

- Argentina. El artista se llama Gustavo Cerati.

- To remember. Thank you.

- Concretamente, que quiere lograr con este nuevo sitio? ¿Cuál es el objetivo principal? –

La primer parte de la presentación había concluido. Era hora de recavar información. Yo continuaba rígido en un rincón, temeroso y expectante.

- I want to tell you a story. - Respondió Roger con lo que aparentaba ser divagaciones de un genio. - Life is a short, warm moment. Some men die. And I think I'm growing old. Who knows what will be waiting for me? I've got things on my mind.... I had a dream. Going round and round my brain. The memories of a man in his old age... This species has amused itself to death... I'm not saying that the battle is won. But, Can't stop. Don't say it's the end of the road. I know that I'm only dreaming. Deep in my dreams. No, this is not a bad dream.

- Ok. Entiendo.- Mintió Santi - Cómo le gustaría plasmar ese concepto? Esto va mucho más allá de la música. Serán imágenes y sonidos en particular? o Eso queda a mi criterio?

- Don't expect me to stay, you're on your own. Make 'em feel ok. Make 'em laugh, Make 'em cry, Make 'em pay, Make 'em stay.

- Cuando dice “hacerlos pagar”, se refiere “Contenido Pago”?

- For me? ¡No! Don't make us laugh, you're a smart kid. Give Birth to a Smile.

- Entiendo, claro.

- Posiblemente, podemos aplicar los principales mensajes de su obra o de aquellos que quiera transmitir. - Sin filtro, las palabras fluyeron de mi interior con asombrosa velocidad desde lo más profundo. - Apoyado por un fuerte componente audiovisual seleccionado de sus canciones, con imágenes relativas a los temas a desarrollar. Sombrío. Poderoso y sin piedad.

- What does it mean? Tell me more.

- Lo que quiero decir, es que tenemos que aprovechar la poderosa imagen que tiene con respecto a las duras críticas contra las guerras, la opresión, la religión, el consumismo, el poder, los poderosos y la televisión como medio de ejercer el control. - Debo reconocerlo, estaba desbocado.

- I think there's something good on. Isn't it good?- Preguntó Roger a Santi que tenía los ojos clavados en mi. Incrédulo.

- Creo que es perfecto. Podemos desarrollar ese concepto desde el punto de vista multimedia. Crear algunos Drafts completamente diferentes, pero con el mismo mensaje. Que le parece?

- Good. If you think it could look good. Then I guess it should.

- Roger, que opinas a cerca de los colores que te gustaría que dominen el sitio? Cuál es tu preferencia? – Santi retomó el control de la entrevista.

- It's red and black... Black and blue... Pain is red… - mientras decía esto, dirigió sus ojos hacia mi. - Is this not what you expected to see?- Roger Waters estaba pidiendo mi opinión. No podía ser real!!!

- Los tres colores me parecen perfectos. Hay mucho para hacer con ellos.

- Solo hay que considerar la proporción equilibrada. Que refuerce el mensaje. Que cause impacto. - Agregó Santi. En ese momento supe quería asegurarse de dejar bien claro quién era el artista. Aunque no había duda.

- Quiere que parte del Sitio incluya algo sobre Pink Floyd?

- Oh, no! It's all in the past. History is for fools. Live for today, gone tomorrow, that's me, HaHaHaaaaaa!

- Jeje. Entiendo, no quiere crear un Sitio estandard, con uno exagerado enfoque sobre el pasado.

- Of long past thoughts and memories? Oh, no. Thank you.

- Biografía? - Santi seguía tomando notas y errando malamente las preguntas. Debo reconocer que para genio, pifiaba bastante. Pero bueno, ya se ha escuchado que muchas veces, lo que sobra de talento en algunos aspectos, falta en otros en la misma proporción.

- What does it mean? Why can't you see? You're going the wrong way. I'm alive! Let's try it another way.

- ¿Prefiere tomar algo ahora? ¿Alguna bebida fresca? Tal vez una cerveza... - Claramente era él quien necesitaba una bebida fresca para recuperar la compostura.- Un té? - atinó finalmente.

- Good. Thank you.

- Un minuto. Ya vuelvo con las bebidas.

Santi caminó con rapidez hasta la cocina. Se lo veía un poco nervioso. Contrariado. Supuse que era porque había pifiado varias de las preguntas, aunque algo me decía que no le agradó mi intromisión o tal vez que no fuera a buscar las bebidas. “Roqelio Aguas”, como le llamábamos en broma con Santi. Tenía que aprovechar el momento. Cruzar algunas palabras con él. Mi mente estaba bloqueada. No se me ocurría nada inteligente que comentar o preguntar. La elocuencia del principio desapareció. Y las palabras se alejaron de mi mente. No me di por vencido.

- Viene seguido a París - Aún antes de terminar la pregunta ya me lo reproché. Idiota, pensé, tengo en frente mío al mayor compositor de nuestra era. Un genio. Uno de los críticos de la sociedad moderna más ácidos e incisivos … ¿Y le pregunto, eso?

- Oh, no. I like to be here when I can... But, never seem to find the time. Too busy mixing politics and rhythm.

- Con seguridad lo sabe, -intenté recuperarme cambiando el tema.- pero creo que su mensaje ha llegado hasta lo más profundo de sus fans. Ha logrado que varias generaciones analicen profundamente la realidad en la que vivimos. A descubrir que han sido transformados en piezas de utilería, dentro de este gigantesco juego de mesa que tanto divierte a unos pocos.

- Another time, another day, but people and places don't change...

- Es verdad, no importa cuantos ejemplos busquemos... todo se repite una y otra vez. En cada lugar del planeta... Uno no sabe que pensar. Quién está en lo cierto? Quién se equivoca?

- Right or wrong is difficult to say. But, look around. Day after day. We pretend it's all right, Hiding around on the ground. Running away. Wandering and dreaming. So fuck all that. I said, fuck it then. – por un momento pensé que iba a golpear la mesa.

- Lo entiendo. Ud intenta cubrir todas las injusticias del mundo.

- But, I don't fit, And I have to admit. I feel alien and strange. Because I'm only coming along for the ride, But I'm looking for thrills.

- Lo envidio. Cualquiera podría decir que lo tiene todo, y que ya no tiene por que luchar. Pero sin embargo se mantiene activo. Sin dejar de actuar en las sombras. O diciendo en sus letras lo que pocos se atreven a retratar.

- Envy is the bond between the hopefull and the damned. The ravens all are closing in. And there's nowhere you can hide…

- Le molesta que le haga otra pregunta?

- Oh, no.

- Desde hace años, mientras escuchaba una y otra vez sus temas, me preguntaba sobre lo que quiso decir en determinadas construcciones literarias. En definitiva, me intriga saber su opinión respecto a ciertos temas que Ud critica con dureza. Como por ejemplo Dios. A la religión.

- Christians, Moslems, Hindus, Jews And every other race, creed, colour, tint or hue. Get down on their knees and pray. Can't you see? Man is a tool in the hands Of the great God Almighty.

- Yo en cambio me pregunto cada día si Dios existe…

- No matter what you say. Just give me confirmation. Facts and figures.

- Pero, no es Dios una creación del hombre como medio de control?

- And when you loose control…

- El invento te controla a ti, no es a eso a lo que se refiere?

- What God wants, God gets. Who can help us to be free? God only knows... I can't think what to say.

- Y como evito caer en la eterna discusión?

- Hide your head in the sand. – Ouch, el sarcasmo me caló hondo. - Everybody's searching for something they say. Some frightened and lost. And some unlucky ones, Most of them dead, the rest of them dying. Looking for somewhere to sleep, A little place of their own. Waiting. Waiting for the dawn to come, And the warm light.

- Y al final quién tiene la razón? Los que buscan o los que prefieren negarlo?

- There is no right, no wrong. It's only dogma

- Cierto, no podemos discutir lo que no podemos probar. Nos pasaremos cientos de años en la misma discusión sin llegar a nada. Como en la historia del terrorismo. Quién tiene que ceder? Los terroristas? O los que se mofan de cazarlos?

- Don't be afraid, it's only business.

- Cuánta razón Roger. Cuánta razón. Todo es un gran negocio. Las guerras las religiones de hoy y las instituciones. Lo que me sorprende es que aún quede algo en pie. Cada vez estamos más cerca de destruir nuestro mundo. Ya sea por acción o simplemente por extraer hasta la última gota de vida de este bendito planeta.

- It's a miracle. Another miracle – En ese momento se paró de repente. Como expulsado del sillón que ocupaba. - Should we stop for a while?. I've had enough for one day.

- Claro. – respondió rápidamente Santi. Dejando a un lado el te como si ya no importara – Algún comentario?

- All I want to tell you, Is count me in on the journey.

Su extraño comentario selló el acuerdo. No hizo más referencia al trabajo, al contrato o al costo. Sólo aclaró que “Su Gente” nos (si, dijo claramente “nos”) contactaría. En ese momento faltó poco para que mi corazón se detenga. No quiero imaginarme la emoción de Santi. Aprovechando que Roger realizó un llamado con su celular, nos dedicamos a comentar algunos puntos clave, en español por supuesto, y así nos olvidamos por un instante del invitado de honor que caminaba a pasos lentos por el living mientras hablaba, y por poco nos cuesta caro. Santi llegó a escuchar parte de lo que nos dijo luego de colgar, pero ante la duda, decidió pedirle educadamente que lo repita.

- I said, would you like to come with me? – leí amabilidad y gratitud en su rostro. Increible Roger Waters, agradecido y satisfecho, nos invitaba a acompañarlo.

- Con Ud? Claro, - contestó Santi – claro que si. Si no le molesta.

- I don't know why.

- Bueno. Ud. es Roger Waters, desde siempre lo hemos admirado. El mucho más que yo, debo reconocer. Pero, lo que quiero decir es que ha sido un honor y una sorpresa para nosotros.

Roger primero lo miró a Santi, luego a mi. Sonrió levemente. Caminó hasta la puerta y antes de salir volvió la mirada hacia donde estábamos y agregó:

- You ain't seen nothing yet.

Nota: Cada uno de los diálogos simulados de Roger Waters (en inglés) corresponde a versos completos de las letras de las canciones compuestas por el músico... a quién por cierto considero uno de los mayores músicas de la historia.

viernes, 9 de abril de 2010

La Navaja

Caminé rumbo al bar, relajado, esperando disfrutar de un partido de fútbol con amigos. Un partido importante entre los dos equipos emblemáticos de la ciudad. El campeonato se definía; aunque por desgracia no se definía el campeón, sino cuál de ellos descendería de categoría. Una vez más, los dos equipos locales en la lista de espera al infierno. Eramos el hazmerreír nacional.

El lugar estaba repleto, y se distinguía una peligrosa mezcla de camisetas y banderas. Los celestes en el fondo y los albiazules en el frente. El ambiente estaba caldeado desde antes de comenzar, pero cuando los celestes abrieron el marcador, una botella de cerveza voladora encendió la mecha. Poco después, me encontré defendiendo el grupo a fuerza de sillasos, repeliendo la avanzada de los de azul y blanco. Fue inútil, nos arrasaron como a muñecas de trapo. Del resto, sólo recuerdo mis manos manchadas de sangre y un dolor en desgarrador en el muslo.

Me hicieron radiografías, ecografías y todo tipo de estudios, pero ningún médico intentó retirar la navaja de la pierna; algo de la arteria femoral, entendí. Pasó un año. Hoy estoy recuperado y estoy casi acostumbrado a vivir con el puñal clavado en la pierna.

viernes, 5 de febrero de 2010

Crónicas de un Taxista – Búsqueda

Décima segunda entrega de la serie. Comienza aquí.

Desde el instante en que subí al maistro ese en el centro supe que andaba en algo raro. Transpiraba, se lo veía colorado y abrazaba un maletín de cuero que costaba más que su casa.

Miré el tablero y la luz roja del detector de metales confirmó la sospecha. El tipo estaba cargado. Manejé un rato siguiendo sus indicaciones, esperando. En cuanto cruzamos un descampado de la circunvalación puse las balizas y estacioné. Antes que pudiera tomar aire para hablar le puse la .38 en la bolas haciendo buena presión.

Juro que casi se caga encima. Portándome como un caballero, le pedí amablemente que me dijera a quién le había robado. Su acto duró poco. En cuanto amartillé el revolver se le pasaron las ganas de mentir. Soltó unos pocos datos y lo dejé ahí.

Me tomó horas de taxi y celular conseguir el nombre del dueño. Ubiqué su casa en barrio residencial. Toqué la puerta. El tipo se asomó. Le pregunté si le habían robado, que yo lo tenía. El me preguntó si había abierto el maletín. Me preguntó cuánto quería. Le pedí los kilómetros, más viáticos. Me dio el triple de dinero y se metió en la casa.

viernes, 22 de enero de 2010

El Propósito

Las cortinas comienzan a ceder ante el empuje de la primera ventisca y el embriagante aroma de la tierra húmeda con pinceladas de hierba recién cortada magnifican la pulsión. Nubes verdosas de proporciones bíblicas se ciernen sobre la ciudad como una promesa. Mis manos tiemblan por la emoción.

La tempestad alcanzó la ciudad con su espada invisible obligando al más valiente a retroceder. Camino en medio de la oscuridad hasta el límite de la terraza, procurando mantener el equilibrio. Casi sin respirar transpongo la cornisa. Veinte pisos y un pequeño borde de concreto me separan de la muerte.

De la ciudad solo quedan sombras y algunas pobres siluetas. Las descargas eléctricas se intensifican y se acercan, cumpliendo su promesa. Me sostengo con las piernas colgando del vacío y la espalda firme contra la cornisa intentando absorber la energía que crepita en aire. Aún con los ojos puedo ver el cielo iluminarse; veo todo y más allá. En mis entrañas retumba el trueno. Pesadas gotas se dejan caer sobre mi rostro, acariciándolo.

Sentado en la cima domino la ciudad, mientras las ráfagas despiadadas intentan abatirme. Llego a preguntarme por qué lo hago y la respuesta surge como un rayo: porque puedo.