domingo, 20 de junio de 2010

Crónicas de un Taxista – Compañía

En esta profesión, tratamos con toda clase de personas, sobre todo, con gran cantidad de hijos de puta. Ayer, si no me equivoco, me crucé con uno bastante grande.

Lo levanté en pleno centro, cerca de Tribunales; al mediodía. Iba bien vestido. Pidió ir por Castro Barros, unos metros más allá de los Monoblocs. Durante el viaje lo vine midiendo por el espejo. Algo no me cerraba. Busqué algún indicio en la expresión. Lisa como un sábana de hospital. Los ojos abiertos pero sin mirar.

Cuando llegamos me dio cincuenta pesos y me pidió que lo esperara. Tenía que entregar unos papeles. Noté que llevaba un sobre. Volvió como quince minutos después. La misma expresión y ningún sobre. Me indicó que lo devolviera a tribunales. Contrario a la mayoría de los pasajeros, no habló ni una palabra. Durante el viaje, observé muchas veces el indicador del detector de metales en mi tablero. Nada. Frustrado, dejé al tipo frente a la plaza. Me pagó y se fue sin decir palabra.

Esta mañana leí en el diario que un hombre había sido asesinado a puñaladas en los Monoblocs en lo que parecía una riña pasional. Supe de inmediato quién lo había hecho.