domingo, 13 de julio de 2008

Agustín y el Nirvana

Extendió el diario dando inicio a la mañana. La brisa balanceaba tímidamente el papel. Las noticias le impactaron. El desplome de las bolsas, la suba del petróleo y la amenaza del eterno fantasma de la inflación. El diario podría tener dos, cinco o quince años y esas páginas apenas si cambiarían. Sonrió por un instante, rememorando. Pasó a la siguiente página en busca de algo interesante. Política. El tema le interesaba menos que su conteo de glóbulos blancos. Continuó avanzando hasta la sección que buscaba: Espectáculos. La única que no contenía malas noticias; sólo malos artistas. Entrecerró los ojos, sonriéndole al sol. Notó lo pausado de su respiración y casi pudo escuchar sus propios latidos, uno por segundo. Su mente viajó con cierta nostalgia hacia tiempos pasados, tan difusos como películas de la infancia. Cuando creía ser feliz. Sorbió ruidosamente su café, sin preocuparse por quienes lo rodeaban. Volvió a la lectura por unos minutos, hasta que los párpados comenzaron a pesarle. Concluyó que no había dormido lo suficiente, o que el café estaba demasiado cargado. Estiró las hojas del diario para cubrirse dentro de su caja de cartón. El puente no lo protegería del frío.


Este cuento fue leído en Radio Vórterix por el mismísimo Mario Pergolini. Aquí el enlace: 



Este texto, se ha convertido en mi primer publicación en papel! Seleccionado por Sergio Gaut vel Hartman para integrar Grageas 2 (2010) de Ediciones Desde la Gente.

domingo, 6 de julio de 2008

Crónicas de un taxista – Desvelo

Sexta entrega de la serie. Comienza aquí
Hace un mes que no salgo de casa. No sólo por miedo a la policía, sino además por el sentimiento de culpa que me acosa. Mi parte de culpa en la muerte del delicuente me ha obligado a replantear mi existencia. Seguí de cerca las noticias, temeroso de enterarme que el cerco se cerraba sobre el “verdadero culpable”. Me sentí decepcionado cuando le dedicaron unas pocas líneas y una borrosa foto. A nadie le importa un delicuente muerto en un auto robado. Esto me hizo pensar en lo fácil que sería avanzar un escalón en mi lucha diaria. Una semana atrás, llamé a mis contactos para conseguir otro auto fantasma. Se que son robados, pero quien me los vende es un “recuperador” y yo se los pago. No hay ofensa. Además, es la única manera de mantenerme en las sombras. Sin números y con varios juegos de matrículas. Hoy he vuelto a escribir, lo que es buena señal. El auto está pintado de amarillo y con las placas “oficiales” de taxi. Esta noche volveré a las calles. Voy a respirar hondo y a tratar de mantenerme al margen. Por ahora, sólo seré un simple taxista.
Sexto capítulo de la serie. Continúa aquí